
Drones, The new employees
El artículo original se publico en la revista Fortune en español en su edición de abril, 2020. Escrito por Zacarías Ramírez. Ilustración de Alfredo Quintana Garay “Tintorera”.
SAUZA ES MÁS QUE UN LUGAR de trabajo para Elizabeth Hernández. Ahí conoció a quien se convertiría en su esposo y con quien ahora forma, junto con el hijo de ambos, lo que ella llama una familia feliz.
Hernández es también para Sauza más que la gerente de Planeación de Agave: tiene a su cargo el proyecto con el que la tequilera se mueve hacia la agricultura inteligente, el nuevo concepto de gestión de cultivos que se apoya en la utilización de datos, la genética, la inteligencia artificial y los drones.
La agricultura es uno de los principales mercados para los drones en la medida en que la agroindustria ha transformado los modelos de consumo y convertido los productos del campo en materias primas, considera UBS en su reporte “La revolución de los alimentos”.
“La agricultura seguirá siendo impulsada más por los datos, dirigida por la automatización y la inteligencia artificial (IA), lo que aumentará la eficiencia y reducirá los costos asociados a la reducción de la fuerza de trabajo”, explica Grant Hosticka, ingeniero de soluciones para DJI, la empresa de origen chino y líder mundial en fabricación de drones.
En plantíos de caña de azúcar, plátano, papa, jitomate, aguacate, pinos tropicales, entre otros, ya se utiliza la tecnología para el monitoreo cercano, a detalle, y a la vez como una vista panorámica que ayude a detectar y actuar a tiempo contra enfermedades, maleza dañina o crecimiento deficiente de árboles, plantas o frutos.
Normalmente este monitoreo ha sido pesado y laborioso para los trabajadores debido a que, a menudo, se hace bajo climas extremos y en terrenos agrestes, así que la agroindustria ha empezado a delegar estas tareas en los drones. “Nuevos start-ups han creado sistemas de plantación basados en drones que reducen los costos generales de los cultivos —agrega el reporte de UBS—. Esos sistemas disparan semillas y nutrientes al suelo y proveen todo lo necesario para el crecimiento de los cultivos”.
El uso de drones en las plantas de agave, que tienen un ciclo de vida de seis años, ha permitido a Hernández y a su equipo responder rápido a las contingencias y preparar sus cultivos para la demanda futura de tequila.
En los números de Euromonitor de 2018, Sauza es la segunda marca más importante en la categoría tequila y mezcal de México y Latinoamérica. Sauza nació en México en la primera mitad del siglo XIX, pero tras pasar por varias manos hoy es parte de la firma nipona Suntory Holding, una compañía de alimentos y bebidas con ingresos por 23,405 millones de dólares (mdd) anuales.
Sus posesiones de agave en zonas que cuentan con denominación de origen suman 7,000 hectáreas distribuidas en Jalisco, Guanajuato y Nayarit, punto de partida del tequila que Suntory Holding distribuye en 73 países en cinco continentes.
El primer problema que los drones llegaron a resolver a Sauza no fue técnico, sino laboral. El control de sus 30 millones de plantas de agave se hacía con dos cuadrillas, de 20 trabajadores cada una, que contaban las plantas dos veces al año, pero empezaron a escasear las personas dispuestas a contratarse. “Es un trabajo muy pesado, hay que imaginarse los 40 grados de calor en Nayarit e ir contando agave por agave, (verificar) que las plantas siguen ahí, que no están dañadas”, reconoce Hernández, quien debe asegurarse de que el inventario de agaves de Sauza esté saludable y que la cifra de plantas en los cultivos corresponda con lo registrado en libros.
La necesidad de tener conteos actualizados y confiables condujo a Hernández hasta los drones.
Candidato a empleado del mes
Pese a ser una tecnología emergente, los drones se ganaron ya la reputación de tecnología accesible, precisa y de menores costos. Son eléctricos y dejan una huella de carbono menor que otros métodos, dado que aplican los agroquímicos con menor dispersión y eso reduce la contaminación y consumo de agua, destaca Julio López, CEO de Luxelare, firma especializada en procesar información de cultivos para las distribuidoras de agroquímicos.
“Echamos mano de varias tecnologías, se combinan imágenes de satélite, radar y SANT (sistemas aéreos no tripulados, o drones) con información geográfica para dar cuenta de lo que pasa”, afirma por su parte Elia Guerrero, directora de Soluciones Geoespaciales del SIAP, un órgano desconcentrado de la Secretaría de Agricultura.
Esta dependencia dispone de una flotilla rentada de drones para diagnosticar los daños causados por huracanes u otros fenómenos naturales, detectar embarcaciones que pescan sin permiso durante las vedas y hacer conteos de ganado y producción agrícola para las estadísticas oficiales.
Los drones tienden a mejorar, a ser más robustos y autónomos, cree Eric Cantor Carrero, director forestal de Uumbal, empresa de capital privado de la sociedad formada por Grupo Ecom y Grupo AlEn del Norte; esta última es conocida por sus populares productos de limpieza, como Pinol, y emplea drones para monitorear sus campos de pino tropical.
Es cierto que los drones no llegan solos a hacer trabajo agrícola. Los satélites, que desde hace tiempo asisten a los productores con mapas y pronósticos climáticos, siguen siendo útiles. Y hoy en el campo también se utilizan sensores para detectar insectos y plagas, equipos de cómputo móviles y software para almacenamiento en la nube, robots y tractores autónomos.
Pero hay habilidades que solo tienen los drones. En días nublados, por ejemplo, los satélites quedan fuera de la jugada, mientras que a los drones eso no les afecta; además tienen un nivel de resolución en sus cámaras de hasta de ocho centímetros (contra 1.5 metros de los satélites), lo cual es vital para detectar enfermedades en los plantíos. Tienen también una capacidad de respuesta mucho más rápida cuando se les necesita, mientras que los satélites requieren cuatro horas para programarlos para tomar registro de determinada zona.
Los cultivadores pueden ver los datos de los satélites o los aviones, pero la capacidad de lanzar rápidamente un dron y obtener una visión inmediata es valiosa, comenta Hosticka, de DJI. “(A los drones) solo se les monta la cámara que uno necesita, puede ser térmica, infrarroja, óptica… para el nivel de detalle —indica Guerrero, del SIAP—. Su respuesta es casi inmediata”.
El primer vuelo
Pero una cosa es disponer de un dron que sobrevuela y fotografía cultivos y otra que sepa diferenciar entre un agave y la maleza o una piedra.
Elizabeth se percató de ello muy pronto. No existía ningún equipo que pudiera identificar el agave, recuerda; había que desarrollarlo y lograr que hiciera el conteo de plantas que antes hacían las dos cuadrillas de trabajadores.
En ese punto entró en escena CNX, empresa colombiana vinculada a Microsoft que desarrolló un algoritmo con el que el dron pudo reconocer agave tequilero. “Ya teníamos experiencia con cultivos en Colombia, lo que hicimos (para Sauza) fue construir un modelo de inteligencia artificial para el cultivo del agave —añade Germán Medina, CEO de CNX—. Fue el primer cliente con quien trabajamos en agave”.
Ahora el equipo al mando de Hernández hacía el levantamiento de información sobre el terreno y CNX se encargaba de procesar la información, subirla a la nube y ambos hacían el seguimiento.
Sin embargo, pronto contar agaves ya no fue suficiente. Sería bueno, pensaron en Sauza, poder identificar las zonas de los cultivos invadidos por maleza, pues ello afecta el peso de las plantas en cada fase de su desarrollo de seis años. Y por qué no ir por el menú completo: detectar desde el aire las plantas enfermas o con plaga, registrar su ubicación en mapas y planear la irrigación de los herbicidas.
Las primeras pruebas se hicieron en 2017 y luego, al año siguiente, lograron realizar un primer conteo. Para 2019 completaron la faena. Las tareas que hacen los drones se resumen en conteo de agaves, clasificación de las malezas, detección de plagas y enfermedades y estimación del peso de cada agave, detalla Medina, quien explica que el peso lo calculan con base en un modelo hecho de un muestreo en 12 millones de plantas que estima el desarrollo de cada una en su apariencia exterior, que se coteja con una tabla que Sauza ya poseía.
Con el software adecuado, las imágenes que producen los drones, una vez procesadas, pueden mostrar el vigor del follaje de una plantación y detectar si es atacada por plaga o si tiene alguna enfermedad, prosigue Guerrero, del SIAP. “Estamos trabajando en identificar qué enfermedades tenemos en el agave para que no se estanquen, sean saludables y logremos los objetivos”, amplía Hernández.
Sauza tiene tres drones en uso y en diciembre compró el cuarto, que está en pruebas y en breve empezará a usarse en la aplicación de herbicidas sobre la maleza.
Los drones producen ahorros de agroquímicos porque, a diferencia de cuando lo aplican personas con bombas portátiles o avionetas, el dron se guía por un mapa para hacer una aplicación enfocada. Los drones se vuelven cruciales para Sauza en vista de que algunos de sus campos de agave están a distancias de hasta de 3.5 horas en auto. También lo son para grupo UUMBAL, que cada mes monitorea con drones cerca de 1,900 hectáreas de pino tropical en Veracruz. “Es difícil hallar herramientas enfocadas y la mejor opción que encontramos son los drones”, revela Hernández.
MENOS RECORRIDOS. Los drones han tenido una tarea crucial en los plantíos de agave de Sauza cuando se trata de disminuir no solo costos, sino distancias. Estos equipos han logrado que los recorridos en campos, que en auto toman hasta tres horas y media, se realicen, en varios casos, en cuestión de minutos.
Aprender a levantarse
No siempre pensó así. Los primeros drones que compraron se caían y a veces uno de ellos volaba todo el día y al final descubrían que la cámara no se había calibrado bien y la información obtenida no servía. “Se caían de la nada, se mandaban a Alemania, los cambiaban y se volvían a caer —recuerda Hernández—. Conocer los terrenos es complicado, hicimos infinidad de reuniones para ver resultados, ha sido una labor titánica”.
El algoritmo tampoco funcionó a la primera: había plantas que no reconocía y maleza que no registraba, y aún hoy Hernández y su equipo trabajan para mejorar la información captada. “Las principales dificultades fueron encontrar el dron adecuado y las características de vuelo indicadas, es decir, la altura de vuelo y características técnicas de las cámaras”, dice a su vez Medina, de CNX, quien ya trabaja con otras dos tequileras en el país, y cuyos nombres no está autorizado a revelar todavía.
Empero, los tropiezos han valido la pena. Hasta el año pasado, en los cultivos de Sauza solo se controlaba 66% de la maleza; con los drones, a febrero de este año ya controlan 87% y a un costo 30% menor, señala Hernández, y lo mejor: el peso de cada agave mejorará de 20 a 30%, asegura también. Se usa solo la cantidad de agroquímicos necesaria y donde realmente se requiera, sin abusos, comparte la gerente de Planeación de Agave. “Los drones traen intrínseco ese beneficio”.
En el caso de UUMBAL, los drones ahorran hasta 50% de los recorridos terrestres, revela Cantor, además de que la diferencia de edades y alturas de los pinos dificultaba a los trabajadores detectar las plagas y enfermedades que los drones sí captan.
Con ayuda de sus drones, Sauza cuenta cada dos meses las plantas de agave en 60% de sus cultivos, pero quieren llevar ese indicador a 90% (no se plantean 100% debido a la presencia del crimen organizado en zonas donde tienen algunos cultivos).
Esta mayor frecuencia en los conteos permite a sus ingenieros leer la información a la semana siguiente de que se colecta, lo que equivale a saber lo que pasa con las plantas casi en tiempo real. De cada cultivo se levantan datos y fotos, y luego se pegan unos y otros en una ortofoto que permite a los ingenieros ver las condiciones del predio a través de una plataforma digital, tomar decisiones y planear. “Pueden decir: ‘Ahora ya sé que en ese cultivo hay maleza, enfermedades, agave marchito… entonces en mi próximo plan semanal voy a incluir la solución de este problema’”, ejemplifica Hernández.
No hay que esperar a que sus agaves cumplan seis años para ver los resultados. Una planta debe tener cierto rendimiento cada año, así que con la ayuda de los drones, monitorean conforme a indicadores preestablecidos y pueden, desde ahora, calcular cómo responderán a las proyecciones de la demanda de tequila dentro de seis años. “Los resultados no los veré al final, sino año con año, y eso nos permite tener un plan”, concluye la entrevistada.
Lo que inició hace cuatro años como una alternativa por lo difícil que era hallar personas que trabajaran en el campo, hoy es un eje en la planeación de la empresa.